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9 abr 2013

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Lo que más me gusta de ir a ver exposiciones en salas que antes tenían otro uso es comprobar como han adaptado dicho espacio para acoger las obras.

Este pasado domingo me invitaron Clau y Enrique a ver la exposición “Pompeya, catástrofe bajo el Vesubio” en el Centro de Exposiciones Arte Canal (hasta el 5 de mayo). Allá que nos fuimos y después de que una taquillera un poco antipática se equivocara con las entradas nos entretuvimos media hora hasta que llegó  nuestro turno.

Mi primera sensación tras comprar las entradas y pasar por el detector de metales fue, que el personal del centro era poco paciente y brusco en las maneras de tratar a la gente, ¡lo admito! Sé que trabajar de cara al público tiene miga, pero... ¡señores! ¡Que somos personas!

Tras bajar unas escaleras y ver un video que narraba como sucedió la tragedia en Pompeya cuando el Vesubio entró en erupción nos adentramos en un confuso recorrido luchando por poder ver algunas de las increíbles piezas que mostraban. Hicimos el recorrido dos veces, como buenas historiadoras del arte que somos Clau y yo, deteniéndonos a admirar por segunda vez, o quizás por primera, algunas piezas de joyería, esculturas y fragmentos de pinturas que se han conservado en bastante buen estado.
Al finalizar el recorrido fuimos expectantes a la “tienda” donde se venden las cosas típicas de los museos: postales, marca páginas, libros... Yo tenía la esperanza de encontrar alguna muestra de la joyería pompeyana en bisutería, pero no tuve nada de suerte. Salimos de allí un poco indiferentes, nos habían gustado algunas piezas, sí, pero el conjunto... dejo que desear.

Nos encaminamos hacía el coche y estaba comentando yo que había visto algo de publicidad de David Hockney, uno de los artistas británicos que se dio a conocer con el movimiento pop en los años 60 y que actualmente vive en EE.UU, y casualmente pasamos por la puerta de un recinto expositivo más pequeño y acogedor que estaba casi desierto: “David Hockney. Seis cuentos de los hermanos Grimm”. Hasta el 14 de abril.

Contemplamos con avaricia el espacio libre de la sala y nos pusimos manos a la obra, y nunca mejor dicho. La exposición está compuesta por 39 grabados realizados entre 1960 y 1970, e ilustran cuentos de los hermanos Grimm. Las escenas de las historias son aleatorias y muestran un concepto tradicional de una manera moderna y sorprendente. Lo mejor de todo es que hay paneles transparentes iluminados con los cuentos: “Rapunzel”, “Piñoncito”, “Rumpelstilskin, el Enano Saltarín”, “El Lebrato Marino”, “El viejo Rinkrank” y “Juan Sin Miedo”.

Cuando acabamos el recorrido, bien marcado y dispuesto, dejamos atrás el centro de exposiciones Arte Canal con una sonrisa en los labios y comentando como niños los libros de nuestra infancia. 
Fue la guinda del pastel.